Así acabamos la primera vuelta, a doce puntos del Barça, que por otra parte se ha convertido en algo natural a estas alturas, con tres más que el Madrid del dimitido Calderón y, de momento, también a cinco del primero de los que están clasificados para la UEFA.
En la portería un chaval que no quería que sonase el despertador, Javi Varas. Aquel que en Moscú se dedicó a pararle un penalti al Milan AC, pero que anoche debutaba con su Sevilla del alma, al ladito de su Gol Norte de siempre. Debutaba él, y con él debutó la realización de un sueño de todos: vestir la camiseta del Sevilla sobre el cesped del Ramón Sánchez Pizjuán, acabar con la portería a cero, marcarse dos o tres paradas de lujo y que tu equipo acabe ganando el partido con toda la afición de vuestra parte y de la del mister (¿o anoche tampoco?).
Por un lateral Drago, su comandante. Por la otra banda Mosquera que le recordó a algunos de los que quisieron manchar su nombre que tal vez necesiten comprarse un mosquero para apartarse las moscas de la mierda que les ronda los pensamientos.
Y esta vez no me refiero a la afición.
Mi afición, todo el sevillismo le vió defender de lujo, subir la banda en plan AVE, no perder nunca su sitio y terminar cañoneando la portería numantina (vaya defensita nos plantaron ayer con el autobús y hasta las ruedas de repuesto) en un gol que no valió porque fue mano, pero que a más de uno le hizo plantearse si continuar con la conciencia limpia a si comprarse otra.
Volvió Cheva a su casa para poner nerviosos a todo lo que se pusiese por delante. Volvierón, como las oscuras golondrinas, las patadas a la tibia de Capel y los mareos a los defensores que pretendían saber por donde iba a entrar Navas (una jugada les hizo que creo que hasta pidieron biodramina)
1-0 y que aparezca ya el Racing, previo paso por Mestalla.
Numeros de segundo que no es lo mismo que numeros de segunda...
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